Una vez que sales por la Puerta de San Miguel los primeros pasos por el Camino Real te llevan a la pequeña plaza donde está el Convento de la Encarnación. El Convento fue una iniciativa del II Marqués de Villena y de su esposa en plena explosión de una espiritualidad que les iba a poner en el filo de la navaja.
Cuando miras a través del Arco de San Miguel y ves el Convento de la Encarnación al fondo, entiendes el sentido de la palabra “extramuros”. Y es que el Convento se edificó en 1520 fuera de las murallas, en lo que entonces era un pequeño arrabal.
Era un mundo en sí mismo. Con una iglesia monumental (... aquí, sí...), un claustro, la residencia de las religiosas, el huerto... Todo lo necesario para vivir al margen del mundo... Aunque el Convento se creó para ayudarlo.
Durante 500 años ha sido un convento de clausura y aún hoy sólo se puede entrar en parte de sus dependencias en determinadas fechas del año.
Unos años antes de la fundación del Convento, otra de las iniciativas de los marqueses había resultado menos reposada, cuando ampararon en su residencia del Castillo la secta mística de “iluministas” que pasó a la historia como Los Alumbrados de Escalona.
La plaza que hay delante del Convento está dedicada a Santa Beatriz de Silva, la fundadora de la congregación que lo habitó durante 500 años. Busca la placa con el nombre de la calle. Verás un dibujo que la representa. Su historia tuvo su miga... su baúl... y hasta su “punto” de relación con Escalona.
Si has leído las Historias de La Corte de los Prodigios, ya sabrás quienes fueron Los Alumbrados de Escalona. Si no es así, éste es un buen momento para conocer el "lado oscuro" de la espiritualidad de Diego López Pacheco y su esposa.
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