Cuando en pleno verano echas una mirada panorámica sobre el valle del Alberche, el color dominante es el verde. Buena culpa de ello la tienen estos bosques, imprescindibles para explicar el microcosmos que es Escalona. A la izquierda tal vez identifiques un color verde más vivo. Es el color de los bosques de pinos. En el extremo opuesto, un verde más oscuro te habla de bosques de encinas. Y entre ambos, una zona que cambia de color a lo largo del año, desde los verdes a los pardos, pasando por los amarillos e incluso los rojos. Es el bosque de ribera que esconde al propio Río.

Son los bosques que va atravesando el Alberche cuando pasa por el estrecho valle que él mismo ha creado. Al hacerlo va creando un microcosmos de luces, sombras y aromas, lleno de vegetación y de vida, que desde hace siglos ha hecho de Escalona un mundo diferente de todo lo que la rodea.

El infante don Juan Manuel ya hizo a estos bosques protagonistas del cuento número 33 de su obra El Conde Lucanor, cuando colocó a su padre cazando en ellos . El cuento se titulaba “Lo que sucedió a un halcón sacre del infante don Manuel con una garza y un águila” y era una velada crítica contra las intromisiones del rey Alfonso XI. Hoy, aquí sigue habiendo halcones, garzas y águilas...

Tiempo después, don Álvaro de Luna compartiría buenas jornadas en ellos con el rey Juan II. Jornadas de caza y, como contó algún cronista medieval, de otros “exquisitos é ingeniosamente invencionados modos de humanas deleytaciones...” Deliciosamente sugerente.

Hoy, como hace 600 años, en ellos también siguen viviendo ciervos y jabalíes... y sin duda siguen siendo el marco ideal para otros exquisitos é ingeniosamente invencionados modos de humanas deleytaciones...