Hace 1.000 años, estas tierras formaban parte del Reino árabe de Toledo, pero cuando en 1083 el Rey Alfonso VI las conquistó para Castilla, lo primero que hizo fue ordenar que aquí mismo, en lo alto del risco sobre el Alberche, se levantase una fortaleza. Aquél fue el origen del Castillo que tienes delante. Pero su historia iba a dar mucho juego...
En la Edad Media el Castillo de Escalona llegó a convertirse en una máquina de guerra casi perfecta que guardaba en su interior el palacio más asombroso de Castilla. La fortaleza llegó a tener un diseño tan preciso que ningún ejército la pudo asaltar nunca.
Para entenderlo, lo primero que tienes que tener en cuenta es que el Castillo tiene dos caras. Una si lo miras desde el Río y otra si lo observas desde el lado que da a la Villa. No es que haya unas partes que estén mejor conservadas que otras. Es que se construyó así.
Una solución para cada necesidad
Por encima de todo se buscó la eficacia. Por eso su diseño se adapta a cada rincón del terreno y en cada uno de sus puntos adopta la mejor solución. Como no hay dos rincones iguales, prácticamente no hay dos soluciones iguales.
En el lado que da al Río, los riscos y el agua eran los elementos básicos de su defensa. Allí, un alto muro y unas torres de vigilancia eran la base para asegurarla. Pero desde los lados que miran a la Villa su protección natural era mucho menor. Ahí no había riscos tras los que resguardarse. Por eso fue ahí donde hubo que diseñar un complejo mecanismo que iba a hacer del Castillo algo más que una buena fortaleza defensiva.
El Castillo mantuvo todo su esplendor hasta el siglo XIX. Pero entonces, cuando ya había dejado de ser un baluarte militar y parecía alejado de todos los peligros, apareció por aquí el ejército de Napoleón y echó todo por tierra. Las “huellas” de aquella visita resultan hoy evidentes, pero si sabes cómo mirar, lo esencial continúa vivo.
Cuando termines tu recorrido por los Miradores del Alberche, te recomendamos dos modos de adentrarte en los secretos del Castillo. Una opción es acercarte a él y, desde su misma base, descubrir los seis mecanismos que lo convirtieron en esa máquina de guerra casi perfecta. La otra opción es buscar un lugar agradable, sentarte y disfrutar leyendo las historias de aquella Corte de los Prodigios que llegó a albergar en su interior.
Aquí tienes las dos.
- Una máquina de guerra casi perfecta
- Historias de La Corte de los Prodigios
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