La historia de Juan Pacheco tenía muchos puntos en común con la de Álvaro de Luna. De entrada, porque había sido el propio Condestable quien había intervenido para que un entonces joven Juan entrase en la Corte al servicio del también joven príncipe Enrique (ese mismo que luego llegaría ser el rey Enrique IV).

Una vez que se ganó la confianza del dubitativo príncipe, Juan Pacheco no tardó en convencerle de que la desmedida ambición de Alvaro de Luna, entonces en la cima de su poder, lo que realmente buscaba era hacerse con la corona y desposeerle a él de sus derechos.

Una “teoría de la conspiración” que podía tener más o menos fundamento, pero que sirvió de combustible para las intrigas que otros nobles llevaban tiempo lanzando contra el Condestable y que fueron las que acabaron con don Álvaro de Luna en el cadalso... y con el rey Juan II en la tumba...

Historia de una obsesión

Casi de un plumazo. El Rey y el Condestable murieron con unos meses de diferencia, por lo que el príncipe Enrique y Juan Pacheco acabaron por tomar el relevo de Juan II y don Álvaro de Luna como rey y como favorito, respectivamente..

Con el joven príncipe convertido ya en el rey Enrique IV, la ambición -y la obsesión- de Juan Pacheco se hicieron aún mayores. Consiguió manejar al débil rey a su antojo y cuando veía que perdía fuerza no dudaba en crear problemas si al final podía conseguir más poder resolviéndolos.

En 1470 el rey Enrique IV hizo a Juan Pacheco señor de Escalona. Y para hacerlo aún más grande, dos años más tarde creó para él y sus descendientes el Ducado de Escalona.

Juan Pacheco tenía 50 años y estaba en la cumbre de su poder. Pero llegó el año 1474... El fatídico año 1474... Ese año murió el Marqués de Villena... y unos meses después también el propio rey Enrique IV... La historia se volvía a repetir...

Y en Escalona, una vez más, la sombra de la “maldición del Castillo” volvía a sobrevolar la historia.