Tras las huellas de un mundo legendario
Queremos proponerte que sientas la fascinación de aprender a mirar a tu alrededor con otros ojos y descubrir el alma de un mundo legendario a partir de las huellas que dejó.
¡Se acabó!
1. Historias de La Corte de los Prodigios

¡Se acabó!

Al terminar las fiestas de 1448, la reina regresó a la Corte absolutamente asombrada... aunque no en el modo que hubiera deseado don Álvaro de Luna. Asombrada por el lujo y el ambiente que reinaba en Escalona, más propio de grandes reyes extranjeros que de nobles castellanos, y asombrada también por el enorme ascendiente que el Condestable tenía sobre su marido el rey. Eso se tenía que acabar.

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Esta vez había algo diferente...

Faltaban menos de cinco años para el “final”. El Condestable aún iba a tener ocasión de hacer gala de su enorme poder, pero la semilla había quedado sembrada. Buena parte de la nobleza castellana veía con horror el enorme poder del Condestable.

 

Es cierto que en varias ocasiones habían logrado que cayese en desgracia, pero todas ellas había regresado aún con más poder. Sin embargo, ahora había dos elementos nuevos: una reina decidida a entrar en acción y el hijo del rey (fruto de su anterior matrimonio) que, hábilmente manejado por uno de esos nobles descontentos, empezaba a creer que lo que don Álvaro pretendía realmente era hacerse con la corona y despojarle a él de sus derechos.

 

 

Una partida de póker

 

Ese noble intrigante se iba a convertir en un enemigo a la altura de don Álvaro... Porque iba a jugar con sus mismas armas: la intriga e incluso, si convenía, la traición. Era don Juan Pacheco, Marqués de Villena (quien acabaría por suceder a don Álvaro como señor de Escalona).

 

Aquélla iba a ser una partida de póker al más alto nivel. De un lado un rey manejable -Juan II- y un privado manipulador -el Condestable-. Del otro, un heredero manejable -el que acabaría siendo Enrique IV- y otro noble manipulador -el Marques de Villena-. Una partida a cara de perro. Todo o nada. El que ganase se llevaría todo.

 

En el verano de 1452, el Condestable se sentía más fuerte que nunca. El rey pasó 20 días en Escalona “deportándose en mucho e alto plascer por aquella tierra e comarca”, como dijo un cronista que lo vio. Lo que no sabía ninguno de los dos era que ésta iba a ser la última vez.

 

En la siguiente visita, menos de un año después, el rey ya no iba a alojarse en el Castillo. Lo iba a hacer en una tienda de campaña al otro lado del río. Había venido al frente de sus ejércitos, para acabar con el Condestable.

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Escalona
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