En las obras del palacio trabajaron maestros venidos desde Bruselas y artesanos mudéjares que crearon una fantástica mezcla del gótico más delicado con la inspiración oriental más refinada.

El corazón del palacio era la “Sala Rica”, el fastuoso escenario donde se llevaban a cabo las celebraciones. Los techos eran de maderas nobles, decoradas con pinturas y con incrustaciones de marfil. Las paredes estaban recubiertas de estuco con motivos de inspiración árabe. De ellas colgaban paños franceses de seda y oro. Y a su lado, vitrinas con vajillas y cuberterías espectaculares. Oro, plata, porcelana, piedras preciosas... Todo bien a la vista. Porque si estaban ahí era sobre todo para ser vistas.

En el centro del palacio había un patio porticado rodeado de columnas de piedra con capiteles de fantasía, y en el exterior, del lado que miraba al Alberche, unos jardines con plantas exóticas, especies olorosas y juegos de agua que traían los sabores de Oriente al corazón de Castilla.

Un visitante asiduo

Ese ambiente sensual tenía cautivado al rey Juan II, que venía prácticamente todos los años a Escalona. A lo largo de casi 20 años estuvo haciendo uso del privilegio de tener aposentos reservados en el Castillo. Y cada vez que venía, su amigo el Condestable le tenía preparado lo mejor: fiestas, jornadas de caza, veladas literarias y musicales...

El palacio y el entorno en el que estaba ejercían un efecto casi hipnótico sobre el rey. Un lugar donde dejar a un lado las preocupaciones, desconectar y, en definitiva, disfrutar de la vida.

Unas palabras escritas hace más de 500 años hablan de “... los palacios de mucho frescor, los altos é olorosos perfumes de suave olor, los jardines, los naranjales, los exquisitos é ingeniosamente invencionados modos de humanas deleytaciones que el noble Maestre é Condestable, en aquellos dias que el Rey su Señor estovo en aquella su villa, le sopo administrar é administró...”

“...los exquisitos é ingeniosamente invencionados modos de humanas deleytaciones...” ¿Puede haber una forma más sugerente de expresarlo?

Un gran anfitrión

Y es que el Condestable era un magnífico anfitrión. No solo cuidaba hasta el último detalle de sus fiestas, sino que, como decían las mismas crónicas, él mismo era “grand festejador e grand inventor de nuevos e esquisitos modos de deportosos entremeses...”

Y todo, caro... muy caro.

Lujo, ostentación, ingenio, don de gentes... Don Álvaro de Luna y su Corte de los Prodigios en Escalona fueron sin lugar a dudas “el otro siglo XV” de Castilla.