Allá por 1335, el Infante don Juan Manuel, cansado de años de lucha e intriga, se refugió en la Literatura. Y eso fue lo que realmente acabaría por hacerlo inmortal. Su obra más recordada es El Conde Lucanor, un libro de cuentos que se convirtió en una de las obras clave de la Literatura medieval castellana. Hoy, casi 700 años después, te sorprenderás de lo vivos que pueden seguir estando.
Seguro que conoces sus cuentos más de lo que piensas. Como el de aquel padre y su hijo que van de camino con un burro y no saben cuál de los dos debería ir montado sobre el animal (cuento número 2), o de aquél que comía lo que otro infeliz iba tirando y que acabó retomando Calderón de la Barca en La Vida es Sueño (cuento número 10)... Hasta otro en el que no te costará reconocer el cuento de La Lechera (cuento número 7)...
Hubo uno ambientado en los mismos bosques de Escalona que hoy puedes contemplar desde Los Miradores del Alberche (cuento número 33).
... O incluso la historia del traje nuevo del emperador, que tanta fama dio a Hans Christian Andersen, pero que en realidad el escritor danés había escrito basándose en el cuento 32 de El Conde Lucanor (“ Lo que ocurrió a un rey con los pícaros que hicieron el paño”). Eso sí, como él no entendía castellano, la tomó de una traducción del cuento al alemán.
Aquí tienes un fragmento...
-Señor conde -dijo Patronio-, tres pícaros fueron a un rey y le dijeron que eran muy buenos maestros haciendo paños, y en especial que hacían uno que podía ser visto por todo hombre que de verdad fuera hijo de su padre; pero que aquél que no fuese hijo del que todos creían que era su padre, no podría verlo.
(...) El rey mandó que les preparasen un palacio para que pudieran hacer aquel paño. Y ellos le dijeron que, para que viese que no le querían engañar, les mandase encerrar en aquel palacio hasta que el paño estuviese hecho. Así pues, tomaron para hacer el paño mucho oro, plata, seda y otros materiales preciosos y los encerraron en el palacio.
Pusieron allí sus telares y daban a entender que todo el día tejían en el paño. Y al cabo de algunos días, uno de ellos fue a decir al rey que el paño ya estaba empezado y que era la cosa más hermosa del mundo. Le contó con qué figuras y con qué labores lo estaban empezando a hacer, y que si quería podía ir a verlo. Al rey le pareció muy bien, pero quiso probarlo antes con otro, así que envió a uno de sus camareros. Cuando el camarero vio a los maestros y lo que decían, no se atrevió a decir que no veía el paño. Cuando volvió junto al rey le dijo que lo había visto. Después envió a otro, y le dijo eso mismo.Y como todos aquéllos que había enviado le habían dicho que lo veían, el rey fue a verlo...
(...) Continúa...
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